Aunque la palabra alubias viene del árabe al-lubiya, la gran mayoría de variedades que hoy se conocen en Europa fueron introducidas a España y luego al resto del continente por los conquistadores de América, pues en el nuevo continente existían múltiples variedades. Los historiadores afirman que esta legumbre era la fuente principal de proteínas de los indígenas.
Las alubias antes del Descubrimiento
Como lo demuestra la expresión árabe de la que toman el nombre con el que son conocidas en España (pues en América se les llama fríjoles o frejoles), antes del Descubrimiento de América existían algunas variedades de alubias en el viejo mundo. Sin embargo, las excavaciones arqueológicas han evidenciado que, a diferencia de las lentejas y los garbanzos, gozaron de poca aceptación en las cocinas antiguas, con excepción de los al-lubiya de los árabes y las judías que comían los españoles sefardíes en en sus tradicionales guisos, como el choment o la adafina.
Las alubias autóctonas europeas son de la variedad conocida como carilla, que es de la familia botánica vigna, mientras que las americanas pertenecen a la familia phaseolus. Este último término era el empleado por los romanos para designar las legumbres alargadas.
Las variedades americanas
Con el Descubrimiento llegaron a Europa las variedades de alubias americanas, de mucha mejor aclimatación y crecimiento más rápido. Las evidencias arqueológicas demuestran que en América se cultivaban hacía miles de años, pues en Cuevas del Campo (México) han aparecido restos de alubias que datan del 4000 a. C., y hay vestigios incluso de 8000 a. C. También hay pruebas de su cultivo en sepulturas prehistóricas de Utah y Arizona (USA)
A pesar de que se trataba de variedades diferentes, como eran similares a las que ya existían en el viejo mundo se siguieron llamando alubias o judías secas, mientras que en América se les llama fríjoles o frejoles. Inicialmente se emplearon para la alimentación del ganado, pero poco a poco se fueron incorporando al recetario popular de varias regiones españolas. El más famoso sea quizá la fabada asturiana, que incorpora proteína animal en forma de morcilla asturiana, chorizo, lacón y tocino. En Castilla también se sirven acompañados de morcilla, y en Cataluña con butifarra.